En Grecia encontramos unas fiestas llamadas Kronia, dedicadas al dios Kronos, como dios de la cosecha, asociado a Rea.
Aunque originalmente este festival se celebró sólo en algunos lugares como Samos, Colofón y algunas islas y ciudades vecinas, pronto pasaría de allí a la región del Ática, donde debía celebrarse cerca del Olympeion, lugar en el que se encontraba el santuario de estos dioses. Eran unas fiestas populares, agrarias, de gran antigüedad, en las que se ofrecían sacrificios solemnes y banquetes (Macrobio, Saturnalia I.7 y I. 10.22.), siendo éstos lo más original de ellas, pues los amos cambiaban sus lugares con los esclavos. Situación que aparecía también en otras fiestas griegas como las Peloria de Tesalia o las Pitoigia de las Antesterias…
Teniendo en cuenta su carácter agrario y que se celebraban el 12 de Hecatombeón (antiguo Kronion) han sido vistas como unas fiestas de fin de cosecha en las que Kronos aparecería como el dios que hace morir el trigo. Para otros serían como un símbolo de la hoz de los segadores con la que Kronos había mutilado a su padre Urano cuya sangre había hecho fecunda la tierra. Con posterioridad, para otros serían una conmemoración de la Edad de Oro, descrita por Hesíodo. Finalmente, como un Festival de Año Nuevo, por cuanto se trataba también de un ritual de inversión de roles, como las Saturnalia romanas, y se celebraban en el mes que iniciaba el año en el calendario ateniense.
Tenían un origen muy antiguo, pues se consideraba que habían sido instituidas por Cécrope, uno de los reyes míticos del Ática. Según Louis Couve (Dictionnaire des antiquités grecques et romanes, pág. 870 y ss. París, 1911), teniendo presente que Kronos es un dios que pertenece al mismo ciclo mítico que los héroes gigantes Péloros y Géraistos, sus fiestas nos llevan a los tiempos primeros en que lo popular estaba unido a lo agrario, es decir, eran fiestas propias de la gente del pueblo hechas bajo el patrocinio de sus propias divinidades.
En Roma, el dios más explícitamente identificado con Kronos era Saturno y las Saturnalia, el festival celebrado en su honor, se identifican claramente con las Kronia de la Atenas clásica. La mayor diferencia entre ellas sería la fecha de celebración, pues unas caían en el momento de la recolección de los frutos, julio-agosto, coincidiendo, como hemos dicho, con el año nuevo ateniense, mientras que las otras se celebraban en diciembre, justo cuando terminaba el año para los romanos. Unas y otras beben de la tradición oriental: las griegas directamente, las romanas a través de las griegas. En el caso de Grecia, no nos es posible conocer los detalles relativos a la fecha de transmisión de estos rituales, pero parece razonable pensar que fuese a lo largo del siglo VII, cuando Lydia amplió su territorio hasta las fronteras del norte de Siria y, por tanto, pudo entrar en contacto con esa área jonia (H.W. Parke, Festivales de los Atenienses, Londres, 1977, pág. 29-30)
Por otra parte, J.G. Frazer (The Golden Bough. A study in magic and religion, Londres, 1911-1915. P. VI pág. 306 y ss. Y 407 y ss.), recuerda que en Babilonia se celebraban anualmente las Sacaea y las relaciona con las Saturnalia por lo que hace a la elección del rex saturnalicius, aunque también con otras prácticas como las que se daban en el templo de Diana Nemorensis, donde todo estaba bajo el poder del sacerdote-rey, personaje que debía ser sustituido por aquél que lo matase:
«Si los augurios indicaban que era inminente una desgracia nacional o que su rey estaba amenazado por el peligro, aquél se encontraba en un dilema; quizá el rey había servido mal a los dioses, por lo que su continuación en el cargo ponía en peligro el bienestar del estado, y por otro lado, también era posible que los dioses quisiesen que el pueblo protegiera a su siervo elegido; por falta de pruebas de que hubiera rescindido su decreto de elección, el pueblo no se atrevía a destituirlo» (H. Frankfort, Reyes y Dioses, Madrid, 1976, pág. 284)
La solución que se encontró para resolver esta situación fue la de instalar durante un tiempo limitado una persona u objeto que lo sustituyese. No puede olvidarse que el rey en Mesopotamia jugaba un papel esencial puesto que su tarea era la de permanecer y continuar para que tras el desorden volviese a brillar la armonía de la naturaleza. El rey era la figura esencial en el gran rito de la renovación de la vida que se celebraba en el llamado Festival del Año Nuevo y en el que, tras purificarse en el Día de Expiación en el quinto de Nisan, era humillado para después volver a ocupar su lugar en aquella sociedad. Esta sustitución del rey tenía siempre el carácter de protección y el rey sustituto, que gobernaba durante un tiempo determinado, era asesinado al final para, así, acabar con los peligros y desgracias que amenazaban al rey verdadero.
Ahora bien, la sustitución era completa, teniendo, incluso, derecho el sustituto a gozar de las concubinas del rey, lo que indica que no se trataba de un juego o de un ritual más o menos figurado, dado el carácter cerrado de este patrimonio de un déspota oriental. En las fiestas Sacaea de Babilonia se ponía en libertad a un preso que pasaba a ocupar el lugar del rey y que, al final, era sacrificado. Por otro lado, en todas las casas era el esclavo elegido el que disponía lo que se debía hacer en el orden doméstico (S. Langdon, The Babylonian and Persian Sacaea, en Journal of the Royal Asiatic Society of Great Britain and Ireland, London, 1924, pág. 65 y ss.)
La acción de sustitución la encontramos en las Saturnalia romanas, pero reducida al nivel de un juego y rito festivo, y en las kronia griegas, pero de forma tangencial por aparecer en algunos lugares como Creta, Rodas… donde se inmolaban víctimas humanas escogidas entre los criminales condenados a muerte (Macrobio, Saturnalia I 7-15; Porfirio De abst. II 54)
No hay comentarios:
Publicar un comentario